lunes, 20 de febrero de 2012

And the memory remains...

12 pm and my dusty telephone rings
Heavy head up from my pillow
Who could it be? I hope is you... There

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A veces oigo el tiembre y me gustaría que fueras tú... Con un puñado de mensajes para borrar o unas uñas para pintar...

Parece que el tiempo hace olvidar cosas, y te esfuerzas por plasmar todo lo que recuerdas en una lista, para no olvidar... Imaginas que te dejas cosas en el tintero, pero te consuelas pensando en que siempre habrá tiempo para añadirlas. Y como la memoria es caprichosa, un día cualquiera te asalta un recuerdo no registrado, y casi hueles el pintauñas, y observas el pulso inquieto, afectado por cafés y pastillas, y escuchas el tono, perezoso pero delicado, pidiendo que apoye la mano en tu pierna...

Regresan esas anécdotas que ya te había contado mientras apretabas una y otra vez el mismo botón para dejar la bandeja de entrada libre de mensajes y dar opción a que volviera a llenarse en un tiempo...

No sé si eran un puñado de mensajes, si son un puñado de recuerdos... Pero que ahí se queden, y que vengan otros nuevos.

And the memory remains...

viernes, 3 de febrero de 2012

Era realmente grande esa avispa...

Viernes, 14:32. El metro va lleno de gente. Una avispa sobrevuela sus cabezas, pero van todos tan ensimismados en sus "Llego tarde", "¡Mierrrrrrrrda! ¡Me he dejado las llaves en casa!", "Tengo que posponer esa reunión como sea", "Si aquí son las 2 y en Canarias es la 1, eso significa que..." que nadie ha reparado en ella. Es una avispa realmente grande; es raro que nadie, absolutamente nadie, la haya visto. Porque, admitámoslo, hay personas que pierden la compostura ante los "bichos-que-pican" y el metro va a reventar. Sería difícil resistir la tentación de desvelar su presencia y provocar el caos. ¿Cuántos forzarían una postura relajada sin quitarle ojo? ¿Bajaría alguno en la siguiente estación? ¿Tratarían de espantarla con un periódico? ¿Algo peor? Nada, ni un respingo. Si la avispa fuera consciente de las reacciones que podría provocar y de lo desapercibida que estaba pasando, se ofendería. Peeero, como la ignorancia da la felicidad, ahí estaba ella, tan pizpireta, revoloteando por el techo. Ahora entro en la rejilla, ahora salgo. Ahora me acerco a las barras, ahora a las luces. Sol, Sevilla, Banco de España, Retiro, Príncipe de Vergara... Y nada. La avispa, a sus anchas, sintiéndose la reina del vagón, aunque no captara ni una mirada...

Y la chica vuelve la cabeza hacia su libro. Sigue en la página por la que lo abrió, unas cuantas paradas antes. La historia que se abría paso al otro lado de las páginas era más interesante y era solo suya. Y seguiría siéndolo, estaba dispuesta a guardar el secreto. Goya. Era realmente grande esa avispa...