lunes, 28 de octubre de 2013

Tiene todo el sentido...

No recuerdo cómo hemos llegado a ese lugar ni por qué estamos ahí. No recuerdo dónde estábamos, ni recuerdo en qué momento nos juntamos. Sólo recuerdo que había fuego en las calles, luces y sombras, calor, jaleo... Como si todos se hubieran vuelto locos ("no hay nadie al volante"). Y tú y yo como si nada. Bueno, como si nada tampoco. Nos escabullimos de un sitio a otro. Tan pronto estamos en un callejón próximo a las Vistillas como en uno de Antón Martín. Incluso en calles que no sé dónde las he visto o que me acabo de inventar. Corremos cogidos de la mano, dejamos a unos atrás, otros se unen. Hay rostros familiares, pero también hay otros que no sé dónde los he visto o que me acabo de inventar. A esos también los dejamos atrás. Paramos en un callejón, cogemos aire, tonteamos, nos damos cuatro besos y vuelta al fuego en las calles, a las luces, a las sombras, al calor, al jaleo. Una noche que cabe en un minuto. O en un sueño. Una noche que, contada, parece salida de la mente del responsable de todos los hits del verano.

Una noche de las buenas. De ir y venir, de no saber si te llevan o te traen. De no saber si estás o si sueñas. Una noche en la que, de repente, coges el volante. Y, cuando intentas reconstruirla, nada tiene sentido ni conexión... Igual que, al despertar, toda la lógica que articulaba el sueño comienza a desvanecerse...

El mentalista Jorge Astyaro elige Origen, de Christopher Nolan, como película favorita en el Pasiones de cine del número 494 de Metrópoli. Cito: "Él le explica que cuando soñamos no somos conscientes de que estamos dentro de un sueño hasta que empezamos a tratar de recordar cómo hemos llegado a ese lugar y por qué estamos ahí". Tiene todo el sentido...

martes, 8 de octubre de 2013

(Fin de la conversación)

- Debes de estar adelgazando…
- ¿Qué tontería es ésa?
- Te lo digo en serio. Aún recuerdo la primera vez que te acaricié de cuello a cintura. Estábamos tumbados y la distancia que había entre ambos me pareció inmensa…
- ¿Y ahora ya no?
- Ahora es más pequeño…
- ¡Anda ya! Son imaginaciones tuyas, engaños de la mente… Cuando era pequeño, el viaje a donde quiera que fuéramos de vacaciones se me hacía mucho más largo que la vuelta. La expectación (o la dificultad de los niños para calcular el tiempo), me jugaba malas pasadas…
- ¿Estás diciendo que tengo la dificultad de un niño para calcular el tiempo?
- No… Aunque las distancias sí las calculas fatal, ¡mira qué mal aparcas!
- Que te den.
- Anda ya, no seas tonta... Empezamos de nuevo… ¿Querías decirme algo tipo “No porque estuvieras gordo, sino por la paciencia (por eso de no dejar que el deseo contenido arrase con todo) con que mis dedos recorrían cada milímetro, demorándose en cada curva de un cuerpo hasta entonces desconocido para ellos…”?
- Que te den, yo no sabría decirlo así… Tú eres el artista, el que hace que las cosas suenen bonitas.
- Y tú quien las inspira.
- …
- A mí me sigue pareciendo inmensa la distancia que hay entre tu cuello y tu cintura… Podría echar horas en el camino… Y días.

(Fin de la conversación)