miércoles, 4 de diciembre de 2013

Con cosas pequeñas

Cada vez que quería hacerse un cigarro, pensaba en él. Llevaba así desde el lunes y no entendía por qué, era algo automático, instintivo quizás.

Y, entonces, ha caído: hay medio chicle de fresa en la bolsa de los filtros. Y piensa "¡Qué cosa más tonta!, ¿verdad? Algo tan pequeño y a la vez tan grande...". Pero, bueno, así se hace el mundo, la vida, nosotros... Con cosas pequeñas.

lunes, 28 de octubre de 2013

Tiene todo el sentido...

No recuerdo cómo hemos llegado a ese lugar ni por qué estamos ahí. No recuerdo dónde estábamos, ni recuerdo en qué momento nos juntamos. Sólo recuerdo que había fuego en las calles, luces y sombras, calor, jaleo... Como si todos se hubieran vuelto locos ("no hay nadie al volante"). Y tú y yo como si nada. Bueno, como si nada tampoco. Nos escabullimos de un sitio a otro. Tan pronto estamos en un callejón próximo a las Vistillas como en uno de Antón Martín. Incluso en calles que no sé dónde las he visto o que me acabo de inventar. Corremos cogidos de la mano, dejamos a unos atrás, otros se unen. Hay rostros familiares, pero también hay otros que no sé dónde los he visto o que me acabo de inventar. A esos también los dejamos atrás. Paramos en un callejón, cogemos aire, tonteamos, nos damos cuatro besos y vuelta al fuego en las calles, a las luces, a las sombras, al calor, al jaleo. Una noche que cabe en un minuto. O en un sueño. Una noche que, contada, parece salida de la mente del responsable de todos los hits del verano.

Una noche de las buenas. De ir y venir, de no saber si te llevan o te traen. De no saber si estás o si sueñas. Una noche en la que, de repente, coges el volante. Y, cuando intentas reconstruirla, nada tiene sentido ni conexión... Igual que, al despertar, toda la lógica que articulaba el sueño comienza a desvanecerse...

El mentalista Jorge Astyaro elige Origen, de Christopher Nolan, como película favorita en el Pasiones de cine del número 494 de Metrópoli. Cito: "Él le explica que cuando soñamos no somos conscientes de que estamos dentro de un sueño hasta que empezamos a tratar de recordar cómo hemos llegado a ese lugar y por qué estamos ahí". Tiene todo el sentido...

martes, 8 de octubre de 2013

(Fin de la conversación)

- Debes de estar adelgazando…
- ¿Qué tontería es ésa?
- Te lo digo en serio. Aún recuerdo la primera vez que te acaricié de cuello a cintura. Estábamos tumbados y la distancia que había entre ambos me pareció inmensa…
- ¿Y ahora ya no?
- Ahora es más pequeño…
- ¡Anda ya! Son imaginaciones tuyas, engaños de la mente… Cuando era pequeño, el viaje a donde quiera que fuéramos de vacaciones se me hacía mucho más largo que la vuelta. La expectación (o la dificultad de los niños para calcular el tiempo), me jugaba malas pasadas…
- ¿Estás diciendo que tengo la dificultad de un niño para calcular el tiempo?
- No… Aunque las distancias sí las calculas fatal, ¡mira qué mal aparcas!
- Que te den.
- Anda ya, no seas tonta... Empezamos de nuevo… ¿Querías decirme algo tipo “No porque estuvieras gordo, sino por la paciencia (por eso de no dejar que el deseo contenido arrase con todo) con que mis dedos recorrían cada milímetro, demorándose en cada curva de un cuerpo hasta entonces desconocido para ellos…”?
- Que te den, yo no sabría decirlo así… Tú eres el artista, el que hace que las cosas suenen bonitas.
- Y tú quien las inspira.
- …
- A mí me sigue pareciendo inmensa la distancia que hay entre tu cuello y tu cintura… Podría echar horas en el camino… Y días.

(Fin de la conversación)

jueves, 19 de septiembre de 2013

Entre la pedrada y el regalo...


"Buenas noches. Hoy quiero hablarles del fenómeno de la comunicación.
- Manolo
- ¿Qué?
Eso es comunicación.
-Manolo
- ¿Que QUÉEEEUEEE?
Eso es mejor todavía, eso es mejor comunicación.
- Manolo
- ¿Eh?
Ahí está fallando la comunicación. ¿Por qué? Porque el emisor emite, pero el receptor no recepta nada".

Si uno sigue con el monólogo, se llevará perlas como que la palabra conduce a engaño (el momento del tío intentando convencer al león de que es amigo de Félix Rodríguez de la Fuente para que no se lo coma me parece una maravilla), peeeero no es ése el asunto que nos (me) ocupa. El asunto es el de "el emisor emite, pero el receptor no recepta nada".

Y eso nos (me) lleva al "creo que tu gran reto es decir las cosas".

Tanto hablar y no decir nada (un clásico). O decir las cosas de forma que no se entienden como quieres. A veces, somos difíciles de entender. No es que hablemos idiomas diferentes, sino que simplemente no somos capaces de decir lo que llevamos dentro. Que intentamos moldearlo. "La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado" (1). Y, claro, tanto embalar y tanto ofrecer con ternura, que al final la verdad está tan envuelta que el que se lleva el pedrusco piensa que todo está estupendamente y tú te quedas con el comecome... Pues eso, que hay que hablar, algún punto intermedio habrá... Entre la pedrada y el regalo...

(1) El sueño del sultán

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Dichas, que no recitadas...


Escrito está en mi alma vuestro gesto,

y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.


Soneto V (GARCILASO DE LA VEGA)


La mirada desviada. Quizás, vergüenza. Quizás, un gesto inconsciente fruto del esfuerzo por recuperar las palabras leídas y memorizadas tiempo atrás. Las letras, las sílabas, los versos, las estrofas van cayendo. Y la mirada sigue desviada. "Yo no nací sino para quereros". Y las miradas se encuentran. Las letras, las sílabas, los versos y las estrofas continúan cayendo. Y el tiempo no se detiene, pero se contagia de ese instante de expectación que te quedas para ti cuando coges aire para soplar las velas.

¿Sabes que ayer me dijiste que me querías? Bueno, en realidad ni tú ni yo lo sabemos, pero salía una bonita historia... Hermosas palabras las de Garcilaso. Dichas, que no recitadas...

martes, 25 de junio de 2013

Ya hablaremos del jueves...


26 de mayo

Madrugón, paseíto hasta las oficinas de un importante grupo editorial, cruzándote con los últimos supervivientes de las fiestas del barrio. Llamadas de personas que se retrasan (metros que no llegan, controles de alcoholemia y demás contratiempos en el momento más inoportuno). Gente, mucha gente. Periódicos bajo el brazo y, entre las manos, hojas impresas con los titulares de las últimas semanas, presidentes, ministros, capitales y demás cosas que recuerdan cómo está el mundo... En la memoria, un sinsentido de datos y las palabras de un profesor de primero ("Los de Periodismo no leéis el periódico, los de Comunicación Audiovisual no vais al cine y los de Publicidad hacéis zapping, no sé dónde vais..."). El tiempo ya ha robado 30 minutos a la hora de la convocatoria y se empieza a llamar a los aspirantes por orden alfabético. Los de la erre aún tendremos que esperar...

"Siéntate aquí, por favor". Recibes las instrucciones, una chica al lado, angustiada, te pregunta si tienes un bolígrafo. "Sí, claro, ahí tienes". Preguntas a una de las chicas que está repartiendo las hojas si te puede dejar un bolígrafo, porque el tuyo es verde (que, como color de la esperanza está muy bien, pero para rellenar un examen puede quedar un poco forzado...).

Primera hoja, rellena tus datos... Nombre, apellidos, formación, idiomas, preferencias... (¿Preferencias? Aquí ya empiezan las dudas). Segunda hoja, corrige la ortografía de unas páginas de periódico. Tercer bloque de hojas, test de actualidad, en el que descubres que la actualidad es mucho más que un par de periódicos, capitales, presidentes y demás. Cuarta hoja, reportaje sobre un tema que no te es desconocido pero que no tienes muy claro cómo abordar... Y en papel. El terror a la página en blanco golpea de nuevo. Subrayas, piensas, escribes, tachas, en busca de la primera frase. La frase más importante de tu vida, que llevará a la segunda frase más importante de tu vida y así hasta 50 líneas. Nada, no hay manera. 30 minutos después de la 'hora tope' entregas un texto respecto al que sientes de todo menos orgullo y sales. Sales a la calle, el Sol ha ganado la fuerza suficiente para usar gafas y aprovechas la 'máscara' para llorar.

A este episodio le siguieron unos cuantos días de "diez años cegada con esto y resulta que no valgo", mensajes para restar importancia y demás, pero tampoco hay que volver a eso otra vez. A fin de cuentas, aún quedaba una asignatura por delante, la asignatura que te había tenido amargada durante meses (tantos como para hablar de años) y con la que no conseguías encontrar la clave. Los días van pasando, se acerca el examen y decides que es el momento de tirar la toalla... Total, ¿de qué te sirve el título si no has pisado una redacción en tu vida?

Cafés, helados, cervezas... Todos los trucos posibles para convencerte de que rendirse no es una opción. Nada.

7 de junio

Roland Garros, cuarto set. Primer set para Nadal, segundo para Djokovic, tercero para Nadal y va ganando el cuarto. Djokovic se viene arriba y gana. Habrá que esperar al quinto set. El serbio está que se sale y tiene a Nadal de un lado de la pista a otro. Los comentaristas reparan en ello, pero añaden que Djokovic tendrá que ser el mejor, "porque Rafa no le va a regalar nada". Llega el "fatídico 4-3" y Rafa consigue darle la vuelta a la tortilla. Bolas imposibles, carreras imposibles, todo imposible, pero lo consigue.

Al rato, una conversación con tu padre sobre la asignatura, planes de futuro y dejarse la piel.

Y te encuentras diciendo: "No es que haya tirado la toalla... Es como si me hubiera metido en un laberinto, no supiera salir y no hubiera nadie viéndolo desde arriba para decirme "Es por ahí", ¿sabes?"

Las alas arriesgadas de Ícaro, la incansable pelea de Nadal y, cómo no, tu padre, te hacen ver las cosas de otra forma... Así soy...

"Sabes que hay poco tiempo y que va a ser una semana de infierno, ¿verdad?". "Sí, y probablemente no sirva de nada, pero que no se diga que no he hecho todo lo que estaba en mi mano... No puedo dejar que lo de hace unos días me afecte... Además, ¿te imaginas qué tonta me sentiría si me dejara esta asignatura por la prueba y, de repente, me llamaran?".

Y así empezó la semana infernal, que se convirtió en dos semanas infernales, de e-mails, llamadas, entrevistas, etc.

13 de junio

Día del examen, online, fecha límite para entregar los reportajes, prorrogada de forma indefinida. Bromas sobre la posibilidad de hacer tu último examen fumándote un cigarro (o varios), comiendo o, incluso, tomándote una cerveza. El examen no aparece en la plataforma virtual. Nervios, entrevista en un rato y el examen sigue sin aparecer. E-mails y rumbo a la entrevista. Un cigarro antes de entrar y una llamada. "¿B.? Hola, te llamo de blaublau, para las prácticas de verano, empiezas el 1 de julio". Tiemblas, abrazas, ríes y no tienes tiempo para más, porque hay una persona esperándote.

Vuelves a casa y, sí, esta vez sí está el examen.

A este episodio le siguieron unos días de más entrevistas, de meter la pata, de buscar datos, de escribir, de borrar, de pedir opinión... Último reportaje publicado, pasemos los audios. Grabadora y ordenador que no se entienden. Grabar las grabaciones con la grabadora del móvil (¡toma redundancia!), pasarlo a un formato de audio en cristiano, enviarlo y esperar.

24 de junio

Convocatoria JUNIO. Calificación APROBADO. Definitiva NO. "Escribidme a blaublau o llamad vía Skype si hay algo con lo que no estéis de acuerdo. El jueves cerraré actas".

Ya hablaremos del jueves...

P.D.: GRACIAS, sabes que te lo digo a ti... Has dividido el trabajo, has sacado mi mejor versión, has sufrido estas semanas tanto como yo, las has celebrado tanto como yo... Este aprobado (no definitivo) es tan tuyo como mío...

martes, 4 de junio de 2013

Cualquier día es bueno para preguntarte cómo tienes las alas...


Una canción tocada “al azar” (nada de azar, es de las que tienen gancho y, precisamente por eso, ocupa la primera pista del CD). Mi padre siempre ha sido de los que se queda con la musiquilla, pero no hay forma de que retenga la letra. Como herencia, la música es lo primero que me engancha de una canción. Pero soy de Letras, así que termino quedándome con frases al vuelo...

Ni siquiera puedo decir que arriesgué las alas como Ícaro,
porque las tengo intactas, porque las tengo blancas de no volar.

Ícaro (Jesús Sanjuán)

Ya hablé en su día de las canciones que dan en el clavo y del miedo a lanzarse (soy A, B, C, termino repitiendo temas…). Y en esas estamos, unos años después, pero igual en esencia… En apariencia voy descubriendo arrugas, pero ahí sí que no podemos hacer nada…

Total, que una cosa es que en esencia siga igual y otra que termine escribiendo lo mismo una y otra vez, mal iríamos… Nada de hablar de canciones que dan en el clavo ni de miedos a lanzarse, seguro que tú también has pensado todo eso alguna vez, ¿no? Cualquier día es bueno para preguntarte cómo tienes las alas…

lunes, 29 de abril de 2013

Cuando lo cómodo es el silencio...


Si pronuncias mi nombre, desaparezco. Curiosa cosa el silencio. Me gusta y me desconcierta a partes iguales. Incluso contigo (o sobre todo contigo) me gusta y me desconcierta a partes iguales.

Charlatana, devota de la jarana, de la música y del centro de Madrid. Con tanto trajín, a veces cuesta imaginar la vida en silencio. Cuesta pensar que, en algún momento del día, los decibelios den tregua. Pero la dan. Y por mucho que tenga (merecida) fama de hablar por los codos, o que una buena conversación pueda tener el mismo efecto que un maratón de temazos en un bar de mala vida (soy una optimista, no conozco los bares de mala muerte...), me gusta sumergir la cabeza debajo del agua y sentir cómo los sonidos llegan amortiguados hasta el punto de hacerse prácticamente imperceptibles. Me gusta un ascensor vacío y un cigarro a solas.

Pero hablábamos de ti, ¿no? Bueno, del silencio contigo, que parece que el silencio en soledad es más fácil... Pues eso, que me gusta y me desconcierta a partes iguales. Me gusta el silencio tranquilo, solo interrumpido por el humo exhalado procedente del ‘cigarro de la victoria’. Parece que las vistas desde lo alto de cualquier montecito que ofrezca un poco de perspectiva mejoran.

Mia Wallace: ¿No los odias?
Vincent Vega: ¿El qué?
M.W.: Estos incómodos silencios. ¿Por qué creemos que es necesario decir gilipolleces para estar cómodos?
V.V.: No lo sé, es una buena pregunta.
M.W. Entonces sabes que has dado con una persona especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y compartir el silencio.

Mia Wallace (Uma Thurman), Vincent Vega (John Travolta). PULP FICTION

¿Y el silencio que desconcierta? El que habla de ti. Bueno, mejor dicho, el que no habla de ti.

El que calla, otorga.
Eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices.
Es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente.
El silencio por respuesta.

Si nos ponemos, podemos tirarnos horas con frases célebres al respecto, pero supongo que para mí el silencio por respuesta no es respuesta. En el mejor de los casos, me deja en el mismo punto en el que me encontraba antes de hacer la pregunta (eso cuando la hago). En otros, en cambio, intento poner letra al silencio, con tan poco acierto que termino rellenando los huecos con mis propios pensamientos, con mis esquemas mentales, con mis pájaros en la cabeza… Y, claro, poner mis palabras en tu boca es algo tan disparatado como lo sería medirte con mi propio rasero o como intentar hacerte a mi imagen y semejanza (cosa que, por cierto, me viene grande y que nos obligaría a comprimirte en mi metro-cincuenta-y-pico).

Vamos, que a veces es mejor dejar espacio al silencio. Cuando lo cómodo es el silencio…


NOTA DEL AUTOR: otra famosa cualidad del autor (esta menos merecida) es la de hablar mucho y contar poco, así que no conviene tomar sus palabras al pie de la letra...

viernes, 11 de enero de 2013

Y fue niña...

Hay días con nombre propio. Lógico, somos siete mil millones de personas en la Tierra, y en aumento: todos los días llega alguien nuevo. Y, aunque no todos tengamos un día concreto asignado a una persona concreta, siempre habrá un día "de alguien".

Tradición o no, hay padres que elegían como nombre para sus hijos el del santo del día en que nacían. ¿Que eras chico? Santo terminado en O. ¿Que eras chica? Santo terminado en A. Con excepciones, claro. Prudencio y Ceferina fueron bendecidos como padres en tres ocasiones. Pero solo en una eligieron al santo del día en que nació: 11 de enero de 1957. San Higinio, Papa y mártir. Y fue niña...